Dos hábitos diarios que producen un inmenso consumo de agua y contaminación de acuerdo con la ciencia
Actualmente, cerrar los grifos se ha convertido en uno de los símbolos básicos del Día Mundial del Agua. Sin embargo, más allá del agua corriente del lavaplatos, los estudios científicos revelan algunos hábitos y productos en la vida cotidiana de los colombianos que pueden esconder una cantidad mucho mayor de consumo de agua y contaminación.
“Hay que pensar en nuestras comidas, por ejemplo. Cada vez que consumimos productos de origen animal, estamos incrementando nuestra huella hídrica exponencialmente”, explica Karen Andrea Reyes, vocera para Colombia de la ONG internacional Sinergia Animal.
El queso, los peces de cría, crustáceos como las gambas y la carne de vaca, son algunos de los alimentos que consumen más agua en su producción. Aproximadamente, para producir 1kg de queso, se necesitan 5.605 litros de agua, mientras que 1kg de tofu requiere solamente 149 litros, una cantidad 38 veces menor.
Un solo litro de leche de vaca equivale a cerca de 628 litros de agua. La Red de Huella Hídrica estima que adoptar una alimentación basada en plantas en Colombia, durante solo un mes, puede potencialmente, ahorrar 1.317 litros de agua, el equivalente a tomar 10 duchas de 15 minutos de duración.
Para Sinergia Animal, el hecho de que las personas no asocien los productos animales con el excesivo uso de agua, representa un desafío. “Cuando las personas compran un pedazo de queso en el supermercado, probablemente no piensen en el derroche de un recurso tan preciado como el agua, sin embargo, deberían hacerlo”, sugieren.
Además de las grandes cantidades de consumo de agua dulce, la industria también es responsable de contaminar los cuerpos de agua con la escorrentía de las tierras agrícolas y los residuos de pesticidas. Estos químicos pueden crear zonas muertas, dañar la vida marina, y representan una amenaza a la salud humana cuando son consumidos a través del agua o la comida contaminadas.
El uso de antibióticos en la ganadería industrial intensiva también se ha relacionado con la contaminación de aguas subterráneas con desechos de origen animal. “Se ha documentado una prevalencia generalizada de bacterias resistentes a los antibióticos a escala mundial», afirma la UNESCO.
«La cantidad de contaminación de plástico causada por la industria pesquera también sorprende a la gente. Para ponerlo en perspectiva, mientras que el lavado de textiles representa el 3,2% de todo el plástico que se pierde en el medio ambiente, las redes y artes de pesca contaminan el doble, sumando un 7,2%», señala Reyes.
Pero no debemos pasar por alto nuestro vestuario; de hecho, la producción y el consumo de artículos de moda es el segundo hábito que Sinergia Animal destaca como uno de los que esconden una huella hídrica enorme.
Según un informe del PNUMA, la industria de la confección consume cada año unos 215 billones de litros de agua dulce. Alrededor del 21% se utiliza en la producción de materias primas, debido a los altos niveles de agua necesarios para los cultivos, especialmente el algodón, mientras que el 24% se destina a los procesos de blanqueo, teñido y acabado, que reciben el apropiado nombre de «tratamientos húmedos». Según el PNUMA, sólo el tinte textil es el segundo mayor contaminante del agua del mundo.
Las cifras son escandalosas. La industria utiliza hasta 8.000 productos químicos que, empapados en agua, hacen que un par de vaqueros parezcan «desgastados», también para que una sábana se vea más suave o para teñir toda una colección con los colores de la temporada. Algunos de estos productos son muy tóxicos y a menudo se eliminan sin el tratamiento adecuado: una alarmante combinación de sales, metales pesados, toxinas cancerígenas y tintes que no sólo afecta a los trabajadores del sector textil de todo el mundo, sino que también contamina valiosas fuentes de agua potable.
Después de entrar en los hogares, la ropa sigue dañando silenciosamente al medio ambiente. En un exhaustivo informe mundial, la Fundación Ellen MacArthur estimó que cada año se vierte al océano el equivalente a más de 50.000 millones de botellas de microfibras de plástico procedentes del lavado de productos textiles.
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